Presos sin condena. L?mites y abusos de la instituci?n cautelar al albur de la reforma de la LECrim

El derecho a la vida es algo inherente al hombre y est? protegido por los instrumentos jur?dicos internacionales m?s importantes a los que se han adherido la inmensa mayor?a de pa?ses. Pero para vivir una vida digna ha de existir una libertad que tambi?n pertenece al hombre desde el momento en el que nace y hasta que fenece. Vida y libertad, sin embargo, son derechos que pueden ser limitados de forma ilegal y/o legal por el propio hombre en una situaci?n de clara contradicci?n, cuando no de perversa paradoja. Cuando el hombre comete supuestamente alg?n ataque grave contra bienes jur?dicos dignos de ser protegidos por el Derecho penal, aparece de inmediato la necesidad de que se celebre un juicio con todas las garant?as debidas, y con ello, el derecho-deber del Estado al ius puniendi que colisionar? cuanto menos con los derechos a la libertad, a la presunci?n de inocencia y a un juicio con todas las garant?as debidas. Pero para que se pueda materializar la justicia es preciso tener al investigado a disposici?n y sin riesgo de fuga, y por ende, existe la posibilidad de privar al hombre de la libertad de forma provisional hasta que se dicte una sentencia conforme a derecho en un tiempo que puede llegar hasta cuatro a?os, con una provisionalidad realmente insufrible. Estamos ante una realidad muy inc?moda, cuando no peligrosa, pues pueden conculcarse derechos que jam?s podr?n ser compensados ni por la m?s generosa de las indemnizaciones en caso de error, y no es lo mismo que un investigado se presente ante la justicia con grilletes y procedente de unos calabozos, a hacerlo en libertad, aunque sea provisional. Ante una realidad tan compleja y necesaria como es la prisi?n provisional, se impone realizar un an?lisis sosegado sobre su aplicaci?n y posibles alternativas cuando estamos ya en el siglo XXI en la llamada era digital. ?Es tan precisa la prisi?n provisional?, ?c?mo podemos conjugar el derecho a hacer justicia con el derecho a la libertad?, ?c?mo podemos asegurar