El viol?n de Sherlock Holmes

Testigo sin palabras de la ch?chara interminable de trece contertulios —padres em?ritos de las tribus de Israel—, el vigilante jurado del garito no quita ojo al entorno citadino: una urbe actual superpoblada, hostil, fr?a, inhumana, ca?tica, infernal, odiosa. De ah? que la furgoneta de ayuda humanitaria compita con la megafon?a —y esta con la pantalla gigante— impartiendo alimentos inveros?miles, c?nicas admoniciones y avisos represores, en tanto la fauna l?quida de transe?ntes, mendigos, hu?rfanos, exiliados y migrantes abona ese caudal que nadie quiere embalsar en casa. La lupa del enmascarado detective escruta lo que se mueve, cuece y palpita con la minuciosa precisi?n de un microscopio Stradivarius.